La minería de oro aluvial es la segunda causa de degradación ecosistémica y de deforestación en la Amazonía, y de ella se deriva una problemática compleja: la contaminación por mercurio, un metal pesado con alto impacto sobre la salud humana y del entorno. ¿Cómo afecta esto a las comunidades indígenas amazónicas?

¿Cómo se relaciona la contaminación por mercurio con las comunidades indígenas amazónicas?

La cuenca Amazónica no solo es la más grande (con 7,5 millones de km2) y con mayor biodiversidad de peces de agua dulce en el mundo, sino que es la principal proveedora de alimento para la mayoría de los pueblos indígenas amazónicos; tanto así que, según estudios, entre el territorio trifronterizo de Colombia, Perú y Brasil está registrado el mayor consumo de pescado per cápita del planeta: entre 18 y 22 kg mensuales.
Pero mientras los ríos, lagos y humedales de la cuenca Amazónica son la base de la seguridad alimentaria de las comunidades locales y especialmente indígenas, también son el escenario de una práctica creciente: la minería aluvial, un tipo de explotación minera que consiste en extraer minerales valiosos, en este caso el oro, de los sedimentos de ríos, arroyos o suelos aluviales (conformados o depositados por la acción del agua).
Este tipo de minería, explica Duban Canal, coordinador de la Alianza Amazónica para la Reducción de los Impactos de la Minería de Oro (AARIMO), es la segunda causa de deforestación y degradación de los ecosistemas amazónicos. “Estas afectaciones, que también alteran el balance hídrico de la Amazonía, se deben al uso del mercurio, un metal pesado que se usa para aglutinar las partículas de oro (estas pueden ser tan pequeñas que los mineros buscan unirlas para extraerlas en mayores cantidades). Es así como el mercurio llega a las fuentes de agua”.
Pese a la prohibición del uso del mercurio en actividades productivas formales o informales (una acción que se tomó en 2018 en el marco del Acuerdo de Minamata), este sigue utilizándose, lo que no solo crea una problemática ambiental por cuenta de la contaminación de aguas y de especies acuáticas que se mueven sin fronteras, sino que también impacta la salud humana mediante el consumo de peces que se han expuesto a esta contaminación.

Existe un proceso llamado el ciclo del mercurio. Este inicia cuando, al ser liberado al medio acuático, ciertas bacterias lo consumen y transforman en metilmercurio (forma orgánica altamente tóxica del mercurio), el cual pasa a los organismos que se alimentan de las bacterias y se acumula en ellos y, así sucesivamente, hasta llegar a los peces que están en los últimos eslabones de la cadena trófica.
Este proceso, denominado bioacumulación, ocurre cuando la sustancia tóxica se presenta a concentraciones más elevadas en un organismo que en su entorno. En este caso, los grandes peces depredadores tienen el riesgo de acumular niveles más elevados de metilmercurio, pues estos consumen frecuentemente muchos peces pequeños que, a su vez, lo adquieren al alimentarse de organismos como el plancton.
Al final de esta cadena, por supuesto, están los humanos, quienes en el caso de la Amazonia descienden (en su mayoría) de pueblos indígenas con una tradición ancestral que asocia su origen con los ríos y los peces. “Para ellos, el consumo de pescado representa el acceso más directo a la proteína animal. Por eso, en este momento en la Amazonia se conocen varios escenarios preocupantes de los niveles de mercurio por encima de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS”, dice Santiago Duque, biólogo y docente de la Universidad Nacional de Colombia- sede Leticia.

Estos escenarios preocupantes a los que hace referencia Duque se han identificado gracias a distintos tipos de estudios realizados en la región para determinar los niveles de bioacumulación de mercurio tanto en peces como en humanos, teniendo en cuenta que la exposición a este metal pesado puede generar afectaciones en los sistemas nervioso, digestivo e inmunitario, así como en los pulmones, riñones, piel y ojos.
Frente a esta exposición, las madres gestantes y lactantes, y los niños, son los grupos más vulnerables. Así lo confirma la Organización Mundial de la Salud, que califica al mercurio como una de las diez sustancias químicas más preocupantes para la salud pública: “El mercurio es tóxico para la salud y puede ser muy perjudicial durante el desarrollo intrauterino y la primera infancia. Además, están en riesgo todas las personas que están expuestas a algún grado de mercurio, principalmente a través del consumo de pescado y marisco contaminados y de la inhalación de vapores de mercurio elemental desprendidos en procesos industriales”.
Duban Canal explica que desde AARIMO se han definido distintas acciones para enfrentar esta problemática: “en principio los esfuerzos están dirigidos a avanzar en la comprensión de los impactos socioambientales ocasionados por la minería de oro y el mercurio, así como a explorar soluciones que contribuyan a la restitución de derechos a las comunidades más afectadas y a fortalecer a las organizaciones del Estado, con la idea de asegurar respuestas más eficaces de prevención, control y mitigación de los daños”.
Agrega que también es esencial entender más sobre la cadena de valor del oro ilegal en la Amazonía, con el fin de conocer con mayor detalle quiénes participan en ella, cómo se transportan los insumos y productos y a dónde se llevan, quiénes son los compradores finales (incluso más allá de la Amazonía), entre otros datos que ayuden a establecer la trazabilidad comercial del mineral y, con ello, a desarrollar estrategias para enfrentar la problemática en cada eslabón de la cadena.

- Fortalecer a las comunidades afectadas y vulnerables para que puedan evitar los impactos causados por la exposición al mercurio.
- Desarrollar una mirada integral sobre la cuenca Amazónica. Esto es necesario para dejar de ver la problemática en la región por “puntos aislados” y, así, generar una “radiografía” completa sobre cómo se está comportando la actividad extractiva del oro y los actores que participan en ella. Esto para articular acciones con otros países amazónicos que enfrentan este fenómeno incluso con impactos de mayor magnitud ambiental y social.
- Comunicar y divulgar la información disponible, así como los resultados de los estudios sobre la contaminación por mercurio, entre los públicos de interés, especialmente las comunidades locales, medios de comunicación y autoridades en diferentes niveles territoriales. De esta manera podrán tomar mejores decisiones frente a la problemática.
- Trabajar de la mano de los países de la región Amazónica para mitigar la minería ilegal de oro y el uso del mercurio de manera transfronteriza.
Con respecto a la labor de AARIMO, Canal agrega que “somos un repositorio de información confiable al servicio de diferentes tomadores de decisiones, como instituciones académicas y científicas, y comunidades y autoridades, para implementar diferentes tipos de procesos. Queremos elevar la conciencia pública sobre lo que está ocurriendo para fortalecer las políticas nacionales y, ojalá, regionales. Sabemos que quienes están detrás de la explotación ilegal del oro en la Amazonía tienen una gran capacidad para trabajar en redes que van mucho más allá de las fronteras del país, así que también entendemos la necesidad urgente de avanzar unidos en la búsqueda urgente de soluciones”.