Diez años de esfuerzos compartidos para proteger a la tortuga charapa

Más de 100 familias indígenas del territorio PANI, en coordinación con Parques Nacionales Naturales y con el apoyo de la Sociedad Zoológica de Frankfurt, han implementado una estrategia de monitoreo para la conservación de esta especie.

16/09/2024, NPIRE

Durante la última década, en la cuenca baja del río Caquetá, más de 100 familias de la Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas PANI, así como de los Resguardos Nonuya de Villa Azul y Curare Los Ingleses, en coordinación con PNN y con el apoyo de la FZS, han implementado una estrategia de monitoreo comunitario para la conservación de las tortugas charapa. Aquí les contamos los resultados.

Para el año 2014, cuando inició la implementación de la Estrategia de Monitoreo Comunitario de las poblaciones de tortuga charapa en el Bajo Caquetá, se registraron 1.329 nidos, mientras que para 2023, estos ascendieron a 11.800. ¿Qué tuvo que pasar para que este número, que indica un crecimiento de la población, aumentará exponencialmente?

Esa es una pregunta que a Elio Miraña, investigador local, le complace responder. Aunque salió del territorio PANI el mismo año en que inició el monitoreo comunitario, ha podido escuchar y evidenciar algo más que los números: un cambio de consciencia colectiva que se ha empezado a generar frente a la protección y al aprovechamiento sostenible de esta especie que hace parte de la dieta de los pueblos indígenas.

Este cambio es fundamental para una especie que desde los años 60 y 70, empezó a enfrentar una gran amenaza: la caza indiscriminada para consumo y comercialización, originada, en parte, por la llegada a la zona de brasileños expertos en la caza de esta tortuga de agua dulce que es la más grande de suramérica. 

 

Para Elio, esta estrategia tuvo un gran acierto: “vincular a las familias del PANI y, posteriormente, a las de los Resguardos Indígenas Nonuya de Villa Azul y Curare los Ingleses, para apoyar los procesos de monitoreo, vigilancia y control de su territorio”. Lo mismo señala Juvenal Mirada, coordinador del Componente Territorio del PANI: “lo que ha funcionado es la vinculación de tantas personas dentro de las actividades de la estrategia. Se han involucrado al menos a un 80% de las personas del PANI”

Añade que mucho antes de la estrategia, alrededor de 1993, se crearon unos acuerdos para regular el consumo y comercialización de la tortuga, sin tener en cuenta el estado de la población. Para ese momento el monitoreo no se desarrollaba de forma sistemática y no se contaba con datos sobre la población y, aunque la construcción de los acuerdos pretendía regular el consumo y aprovechamiento de la charapa,  los avances para su protección no eran evidentes y el panorama a futuro no era muy alentador.  

Esta situación empezó a cambiar en 2014, cuando las familias indígenas asumieron la responsabilidad en las actividades de monitoreo, control y vigilancia, con la coordinación de Parques Nacionales Naturales y con el apoyo técnico, logístico y financiero de la Sociedad Zoológica de Frankfurt (SZF). “Desde ese momento los adultos y los niños tuvieron la experiencia de desplazarse a las playas más importantes para la charapa, que eran zonas que ellos antes nunca habían visitado, debido a su lejanía. Tampoco habían visto cómo eran los desoves masivos ni los nacimientos de los tortuguillos. Eso transformó sus vidas y los empezó a hacer más conscientes”, asegura Elio. 

 

La Estrategia de Monitoreo en el Parque Nacional Natural Cahuinarí

Temporada 2022-2023. Familia durante el monitoreo de Tortuga Charapa.

Para hacerle frente a esa amenaza que se extendió por varias décadas, y que sigue existiendo a menor escala, en 2014 surgió la Estrategia de Monitoreo en el Parque Nacional Natural Cahuinarí. Esta área protegida fue creada para la conservación de esta especie, teniendo en cuenta que alberga las playas más importantes para el desove y las zonas inundables prioritarias para su alimentación y resguardo. 

Para Elio, esta estrategia tuvo un gran acierto: “vincular a las familias del PANI y, posteriormente, a las de los Resguardos Indígenas Nonuya de Villa Azul y Curare los Ingleses, para apoyar los procesos de monitoreo, vigilancia y control de su territorio”. Lo mismo señala Juvenal Mirada, coordinador del Componente Territorio del PANI: “lo que ha funcionado es la vinculación de tantas personas dentro de las actividades de la estrategia. Se han involucrado al menos a un 80% de las personas del PANI”

Añade que mucho antes de la estrategia, alrededor de 1993, se crearon unos acuerdos para regular el consumo y comercialización de la tortuga, sin tener en cuenta el estado de la población. Para ese momento el monitoreo no se desarrollaba de forma sistemática y no se contaba con datos sobre la población y, aunque la construcción de los acuerdos pretendía regular el consumo y aprovechamiento de la charapa,  los avances para su protección no eran evidentes y el panorama a futuro no era muy alentador.  

Esta situación empezó a cambiar en 2014, cuando las familias indígenas asumieron la responsabilidad en las actividades de monitoreo, control y vigilancia, con la coordinación de Parques Nacionales Naturales y con el apoyo técnico, logístico y financiero de la Sociedad Zoológica de Frankfurt (SZF). “Desde ese momento los adultos y los niños tuvieron la experiencia de desplazarse a las playas más importantes para la charapa, que eran zonas que ellos antes nunca habían visitado, debido a su lejanía. Tampoco habían visto cómo eran los desoves masivos ni los nacimientos de los tortuguillos. Eso transformó sus vidas y los empezó a hacer más conscientes”, asegura Elio. 

Las playas que menciona están ubicadas en las zonas de Tres Islas y Bernardo, donde se concentran la mayoría de las posturas de charapa entre los meses de octubre y diciembre. Sin embargo, para que muchas de las familias indígenas responsables del monitoreo puedan llegar hasta allí, año tras año, deben navegar entre uno y tres días por el río Caquetá (dependiendo de la distancia desde sus comunidades). 

Estos viajes, dice Ana Lucía Bermúdez, especialista en tortugas de SZF y quien lidera la estrategia de monitoreo comunitario, implica que cada familia cargue en su canoa provisiones como plátano, yuca, fariña y casabe, además de elementos como colchones, hamacas, ollas y platos. Esto con la idea de permanecer durante 22 días en un campamento a la orilla del río Caquetá, donde realiza el monitoreo y la vigilancia de las playas de desove la charapa. Al finalizar los 22 días, una nueva familia releva el trabajo, y así sucesivamente hasta cubrir casi todo el año. 

De esta manera todas las fases por las que pasa la charapa en el calendario están cuidadosamente vigiladas por las comunidades, lo que les permite saber que entre enero y febrero nacen los tortuguillos y entran al río Caquetá (el hogar que los acoge por el resto de sus vidas); en mayo el nivel del río sube con las lluvias y las charapas madres y sus tortuguillos emprenden su viaje hacia las principales áreas de inundación; en junio las hembras y sus retoños ya ubicadas en estas grandes zonas inundables se alimentan, se resguardan de sus principales depredadores y buscan pareja para copular, donde permanecen hasta agosto, cuando el nivel del río empieza a bajar nuevamente; para que entre octubre y diciembre se registren la mayoría de sus posturas. Con todo esto inicia una nueva temporada. 

En estos diez años, las familias han hecho alrededor de 1500 turnos para implementar las actividades de monitoreo, control y vigilancia en las áreas de desove, tránsito, alimentación y resguardo de las charapas, lo que ha disminuido de manera importante la presión de caza y saqueo de nidos. “Los campamentos de monitoreo se ubican equidistantemente a las playas de desove para no ahuyentar las charapas que van llegando a desovar, mientras las familias vigilan que no llegue ningún bote o canoa para hacer capturas. Toda la información sobre nidos, posturas y eclosiones queda en un formato definido por ellos”, apunta Ana Lucía.

La valiosa información de los conteos

Con la estrategia de monitoreo comunitario hemos identificado que la única zona donde se registran posturas masivas (cientos y miles de charapas subiendo a desovar en una misma área) en el bajo Caquetá es Tres Islas. Allí cada año se identifica aproximadamente el 90% de las posturas registradas en todo el bajo Caquetá. Tanto así que para 2023 se registraron allí 11.668 posturas (98%), de las 11.866 registradas en toda el área de la estrategia de monitoreo comunitario. Este es el dato más alto registrado hasta el momento. Otro dato importante, identificado a través del monitoreo comunitario, es que una charapa en el bajo Caquetá puede poner entre 90 y 103 huevos por nido. 

Ana Lucía comenta que las comunidades indígenas que participan en el monitoreo a lo largo del tiempo han desarrollado diferentes metodologías con el Área Protegida, en un espacio anual para la evaluación y planeación. Para el conteo de nidos en posturas masivas, donde es imposible identificar nidos individualmente, las comunidades propusieron desde 2018 hacer un encierro de las posturas masivas para facilitar el conteo de nidos, a través del número de tortuguillos contados dentro del encierro. 

 

De acuerdo con diferentes investigaciones, de 10.000 huevos de charapa, solo dos llegan a ser tortugas adultas. Los demás terminan siendo alimento para aves, mamíferos acuáticos, caimanes, peces, insectos y para el hombre. Esto teniendo en cuenta que en el bajo Caquetá se registran inundaciones repentinas durante la época de postura, conocidas localmente como lavaplayas, lo que afecta una gran cantidad de nidos. 

 

Para la época de eclosión,  cuando nacen los tortuguillos, el registro de depredación de tortuguillos es muy alto: “Las aves los vigilan cuando salen de sus nidos; los peces y caimanes los esperan cuando entran al agua; las nutrias los buscan en los lagos y zonas inundables. Las comunidades mencionan que esto sucede para que los peces y otros animales puedan estar gordos para ellos y para otros animales. Esto hace parte de un ciclo natural y así es que se ve desde los sistemas culturales indígenas” cuenta Ana Lucía. 

Dentro de ese sistema cultural, comenta ella, se destaca la creencia de que la charapa es un animal sagrado, por lo que es considerado esencial en bailes, rituales de curación, dietas y normas de consumo tradicionales. Precisamente, fue esto lo que motivó la declaratoria del PNN Cahuinarí (1987), traslapado totalmente con el territorio indígena PANI, donde se encuentran las playas más importantes para el desove de la especie, así como las zonas inundables, lagos y sistemas lagunares importantes para su refugio en época de lluvias altas. 

Gracias a esta declaratoria, en la que se tuvieron como línea base investigaciones realizadas por algunas entidades como fueron la Corporación Araracuara, (hoy Instituto SINCHI), la Fundación Puerto Rastrojo y la Fundación Natura, se definieron Zonas de Protección Especial, además de acuerdos de consumo y aprovechamiento que se han ido ajustando a través del tiempo. Estos acuerdos han sido más efectivos desde el comienzo de la Estrategia de Monitoreo Comunitario, pero aún falta mucho trabajo por hacer. Así lo cree Elio Miraña, quien explica que aunque en las últimas décadas la charapa ha sido una fuente de alimento para las comunidades, no siempre fue así. 

“Para los mayores, la charapa era un alimento que solo ellos consumían en ciertas ceremonias y con una preparación muy especial. No era algo que todos podían comer. Eso cambió hace 40 o 50 años, cuando se popularizó su caza masiva. Esa situación no es algo que pueda cambiar de un día para otro, pero la Estrategia de Monitoreo Comunitario ha generado mucha más conciencia porque ha permitido que los niños, jóvenes y adultos aprendan haciendo”, dice con esperanza, y añade que este proceso no solo ha tenido un impacto positivo para la población de charapas, sino para las mismas comunidades.

La razón es que los desplazamientos a las playas de desove y eclosión han permitido afianzar las raíces y el sentido de pertenencia por el territorio, “porque han podido recorrer sitios que no conocían. Por ejemplo, hoy saben dónde están ubicados el chorro del sol o el tronco del árbol de piedra (elementos espirituales de la historia ancestral de los pueblos)”. Además, las acciones de protección de la charapa han llevado, según él, a armonizar y sanar el territorio, y a tejer vínculos y relaciones entre las comunidades. 

Por su parte, Juvenal Migraña destaca que es necesario ampliar mucho más la estrategia y dinamizar los acuerdos a los que se han comprometido para garantizar el sustento alimenticio y los ingresos económicos, al tiempo que se asegura la recuperación de la especie. También insiste en la importancia del monitoreo de la charapa como una manera de conservar el territorio con su riqueza biológica y cultural: “la charapa hace parte de la estructura de todo el gran ecosistema amazónico. Se mueve tanto entre época de aguas bajas y aguas altas y,  si la conservamos, estaremos conservando todo el territorio por donde se mueve”. Todo esto hace que los 10 años de la Estrategia de Monitoreo Comunitario sean un motivo para seguir trabajando juntos. 

 

Sociedad Zoológica de Frankfurt – Colombia
Carrera 9 #67A-19, oficina 201
Tel: 6014672877
Bogotá, Colombia