A través de una estrategia de monitoreo comunitario, habitantes de Mocagua estudian el estado de las poblaciones del mono churuco, una especie categorizada como Vulnerable en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. ¿Cómo hacen este trabajo y qué han logrado?

En el PNN Amacayacu y en Mocagua tienen los ojos puestos en el cuidado del mono churuco

En la comunidad indígena de Mocagua, traslapada con el Parque Nacional Natural Amacayacu, Amazonas, hay un evento que ocurre dos veces al año: alrededor de 15 jóvenes y adultos, además de personal técnico de Parques Nacionales Naturales, se internan en el área protegida para monitorear las poblaciones de mono churuco, una especie de pelaje denso y suave reconocida por ser uno de los primates más pesados de América, pero también por su capacidad de sembrar bosques mediante la dispersión de semillas.
Al entrar a Amacayacu, los integrantes del grupo, que hacen parte del programa de monitoreo comunitario de mono churuco —coordinado por Parques Nacionales Naturales y apoyado por la Sociedad Zoológica de Frankfurt—, montan dos campamentos distintos y, en cada uno de ellos, conforman dos equipos de monitores. Lo hacen para recorrer distintos senderos en los que previamente se han detectado familias de este tipo de primates y, para asegurar que no se repita el conteo de individuos, los grupos trabajan simultáneamente en los distintos transectos.
De esa manera, durante una semana, salen antes de las 7:00 a. m. y hasta las 4:00 p. m. para registrar el número de individuos y sus características: si son machos o hembras; adultos, juveniles o crías; cafés, negros, grises o rojos; desconfiados, asustadizos o tranquilos, entre otras observaciones (como los frutos que consumen) que les ayudan a interpretar el estado de los primates.
Una de las preguntas que los participantes del programa buscan responder a partir del proceso de monitoreo es si, para esa zona, las poblaciones de churuco se han ido recuperando en comparación con las registradas a principios de los años 2000. Para ese entonces, dice Daniel Martínez, profesional de monitoreo del PNN Amacayacu, era evidente la declinación de las comunidades de la especie debido a presiones como la pérdida de hábitat, la cacería y el tráfico ilegal.
Por esta razón, varios investigadores y científicos impulsaron el programa “Manejando bienes comunes” (2004), con el fin de promover acciones concretas de protección tanto para churuco como para el piurí, un ave categorizada como En Peligro en la Lista Roja de la UICN. “Así se fue consolidando un programa de rehabilitación que incluía algunos acuerdos de veda, pues estas especies eran de consumo habitual por parte de las comunidades”, explica Martínez, y añade que, posteriormente, esa iniciativa evolucionó hasta convertirse en la Fundación Maikuchiga (2009), un centro de rescate y rehabilitación de fauna silvestre.
Todo este trabajo (desde 2003) antecedió el programa de monitoreo comunitario de churuco, el cual fue creado en 2012 a partir de un convenio entre el parque y la fundación. “Gracias a todo lo que se hizo antes de comenzar el programa de monitoreo, la comunidad de Mocagua tomó consciencia sobre las amenazas que estaba enfrentando la especie. Incluso muchos de los cazadores empezaron a apoyar los avistamientos y los recorridos para tomar datos”, comenta Julio León, técnico administrativo del PNN Amacayacu. Sobre esto, Jorge Bilmar Cayetano Santos, guía turístico, coordinador de territorio de la comunidad de Mocagua e integrante del programa, dice que alrededor de 16 abuelos que hace varios años se dedicaban a la cacería, hoy son los principales promotores de la protección de los churucos y del cuidado de la fauna en general.
En el primer año del programa, que se impulsó como parte de la línea de prevención, vigilancia y control del parque, se diseñó una estrategia para determinar el estado de las poblaciones de churuco. Esta incuía contar la porción de hembras con respecto a la de los machos, contar el número de crías o individuos no reproductivos y determinar el área ocupada por los churucos.
Así se avanzó hasta 2015, “pero ya en ese momento se pausó el proceso hasta que el parque lo retomó en 2022 con el apoyo de la SZF, con la que actualmente estamos también desarrollando programas de monitoreo de chagra y de recursos hidrobiológicos”, comenta Eliana Marín, quien apoya estas iniciativas desde PNN. Desde 2022, se han realizado distintos recorridos en los senderos definidos dentro del área protegida.
Estas han representado una oportunidad para que los participantes conozcan su territorio y compartan información valiosa sobre él con sus comunidades. “Incluso han empezado a ver el monitoreo, la investigación y la conservación como maneras de fortalecer el ecoturismo en la zona. En este proceso, los abuelos comparten su conocimiento, los jóvenes reciben sus lecciones y quienes trabajamos en el parque socializamos información técnica que sirve para entender y proteger mejor el entorno”, dice Martínez.

Por su parte, Julio León explica que en meses recientes, la comunidad de Mocagua ha podido evidenciar la presencia de algunas familias de churucos cerca a la población, lo que asumen como un buen síntoma: “En la medida en la que la gente ha ido adquiriendo consciencia, se han disminuido cortas presiones. Esa es la razón por la que las manadas de monos se han ido acercando y se sienten menos amenazados”.
Jorge Bilmar confirma esto y añade que tanto él como otros miembros de la comunidad se sienten orgullosos de que los esfuerzos de protección estén dando resultados, “y es lo que queremos que siga pasando a futuro. Además, soñamos con que las manadas de monos crezcan, especialmente sabiendo que tienen una reproducción tan lenta (la madurez sexual de ellos se da entre los seis y ocho años para las hembras y después de los cinco años para los machos, además las hembras dan a luz cada dos años después de la primera cría)”.
Sobre el futuro, Cristóbal Paduro, participante de la estrategia y líder de la comunidad indígena de Mocagua, manifiesta que lo que se busca es que el programa de monitoreo de churuco trascienda a un hábito de vida. Esto, a partir de la creación de un currículo de educación propia que incluya conocimientos tradicionales y científicos sobre la importancia del cuidado de la especie, y que asegure la participación de niños, jóvenes, mujeres y abuelos. “Con este programa estamos trabajando, a la vez, por la restauración, el enriquecimiento forestal y por la protección del churuco y las demás especies. Queremos que esto no solo suceda en Mocagua, sino en otras comunidades”.
Durante 2024, los integrantes del programa de monitoreo hicieron dos salidas de campo: una en mayo, mes de aguas altas, y otra en octubre, mes de aguas bajas. Así garantizaron la recolección de información en temporadas con características distintas, entre ellas la disponibilidad de alimento —la dieta de la especie está basada en las frutas, aunque también consumen flores, hojas y, de vez en cuando, algunos artrópodos— y las rutas por las que se mueven en el bosque.
Gracias a estos ejercicios de monitoreo, el grupo pudo establecer una aparente estabilidad en el tamaño poblacional, aunque para obtener datos más acertados es necesario continuar con las salidas de campo en el futuro, algo para lo que el grupo de participantes del proceso está más que preparado.